Cuándo Fuímos mortales

por Somnoliento

Cuando fuimos mortales

Tardes y noches únicas con la sola vigilancia de las estrellas y una luna esquiva; todo valía. Esos han sido mis tiempos, salidas de parque, grupo de amigos mezclados jugando a ser felices… Siendo mortales.

El hombre des que nace es inmortal, o al menos cree serlo. Cuando somos niños, la muerte no existe, es un roce pasajero y lejano, no nos preocupa ese final temido. Según avanza la vida, la religión se ocupa de convencerte de tu inmortalidad, sino de cuerpo, al menos si de mente, de alma. Pero esa inmortalidad que se nos ofrece no es gratis, hay que ganársela. Surge el miedo a no alcanzarla, a perder el derecho a la vida eterna y todas nuestras acciones y pensamientos quedan supeditados a la consecución del sempiterno destino.

El hombre que consigue liberarse de estas condiciones, el que reconoce lo que es en realidad, es el que consigue la mortalidad. Vivimos en una era de seres imperecederos que se consagran a cumplir los preceptos de lo infinito, en cuerpo y alma, sin atender realmente a la vida que les ha sido regalada. Sólo en pocas ocasiones he logrado ser yo mortal. En pocas ocasiones he vivido como lo que realmente soy, en una realidad finita y es de esas ocasiones de las que me alimento.

Cuando fuimos mortales, reunidos para disfrutar, alrededor del fuego de unas botellas, al aroma de las hierbas y el continuo ronroneo de la música, gritos y risas… Libertad de pensamiento, sometiendo a nuestro cuerpo, obligándole a comportarse y a aguantar las exigencias de una consciencia alterada. El cuerpo a nuestro servicio, no nosotros al servicio de nuestro cuerpo, en eso consiste romper las barreras de la falsa promesa infinita, saltando por encima de sus gastadas normas sociales, bañándonos, revolcándonos en su concepto de inmoralidad.

Cuando fuimos mortales abusábamos de la salud para tocar la gloria de una vida real, sobre un manto de césped, de frío, de calor compartido. En cualquier lugar, una celebración esquivando los golpes de su realidad con dosis prohibidas de combustible. ¡Qué importaba! Nuestra esencia aceptaba su destino original, no el impuesto, el nacido de la mente de locos de vida estelar. Nuestras almas se fundían en una, un solo alma mortal, que se reía, disfrutaba de la inevitabilidad de la muerte.

Apagamos esa luz artificial de camino a casa, dejando brillar a las estrellas, furiosos con quién quiso reponerla. Siempre, siempre risas en cada huída, porque esa y sólo esa, era la verdadera razón de todo. Y que más daba el resto, los seres Vacíos, no llevan nada dentro, no podían tocarnos, volábamos con energías cerradas para ellos. Libres, completamente libres del peso, del lastre de sus inútiles anhelos.

Cuando somos mortales, lo somos todos juntos, un solo ser en busca de la vida. Esa es la verdadera esencia del detalle imperecedero, es ahí cuando nos elevamos por encima del miedo y vencemos a la muerte.

Zaragoza 30-1-09
Cuando fuimos mortales

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