Ahora que el reloj aprieta. Pasadas las doce, cuando la responsabilidad del sueño convierte en nervios y ansiedad todo el cansancio acumulado, es precisamente ahora cuando más disfruto escribiendo. En las noches prohibidas de los terribles días laborales es mucho más fácil volcar el alma sobre el papel, o sobre un teclado y una pantalla como en este caso.
Siempre lo había hecho en un papel, pero al final el papel acababa despareciendo de manera obligada y nunca pretende ser recuperado. Sigue siendo el verdadero escribir, el de la pluma y las manchas, pero también el más doloroso. Porque estos escritos son de dolor, de muchos tipos de dolor: golpes, insultos, rabia acumulada… Pero siempre son fruto del sufrimiento. Considero un privilegio poder desahogar, despresurizar el alma con mis dedos. Coger toda la tensión del diario y sacarla, descongestionarla en unos cuantos minutos, para así, dejar algo de espacio para la ansiedad que seguro vendrá. Nuestro ser es un cámara, es una gran sala donde caben todo tipo de experiencias, pero dentro de esas experiencias, hay muchas que son almacenables, que pueden seguir entrando durante toda una vida. Sin embargo, hay muchas otras que, por su naturaleza punzante, rígida, no permiten más que un número limitado de ellas y si no se alivian, si no vamos expulsándolas, pueden hacer reventar nuestros armarios.
La somnolencia siempre me lleva a reflexiones demasiado rebuscadas, a confesiones sobre mi mismo que no consigo entender. Pero por eso disfruto y por eso me he decidido a crear un blog. Este primer escrito no es más que mi primera, la primera en toda una vida, reflexión de puertas afuera. La única que ha leído alguien más que yo, mi primer desnudo, mi primer baño naturalista, mi primera experiencia sexual a distancia. No voy a repasar demasiado estos escritos, ni a corregirlos hasta el extremo. quiero que se mantengan tal y como han sido hasta ahora, directos, vomitados por necesidad; que muestren la realidad de noches sin dormir y días que pasan como reflejos fantasmales de un estar más que de un ser.
Hasta la próxima
Lirón