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Escritos, cuentos, poesía y relatos

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Comisarios y comisarias

por M.Bardulia marzo 30, 2020
escrito por M.Bardulia marzo 30, 2020
Prosa en Bardulias: Comisarios y comisarias

Esto no es está afectando a todos. Mucho. A unos más que otros, eso está claro. A los que están más cerca del frente, médicos y personal sanitario, cajeras y cajeros de supermercado, policía, militares, transportistas y todos los responsables de la limpieza de hospitales, calles y residencias de todo tipo, y los que me olvido. A todos estos les afecta mucho más. Pero también afecta más, mucho, a los más débiles y a los que tienen menos, y peores puestos de trabajos, más precarios, menos ingresos y ahorros. A todos estos les está afectando, y les afectará, mucho más que a los que, sin más razón que la suerte, estamos viviendo esto acongojados, pero desde una posición de certeza futura medio asegurada. Es esta postura la que en muchos casos se está volviendo en nuestra contra. O se puede volver, más todavía. Se puede seguir volviendo contra nosotros, como ya lo está haciendo en algunos casos. Así han brotado como brotes de judía una recua bígama y poliédrica de comisarios y comisarias políticos.

El peligro de las situaciones extremas que pasamos en nuestra vida, esas que exacerban nuestros dolores, rabias, penas y, por encima de todo, miedos, es que siempre pueden hacer aflorar lo peor de nosotros. No deberían, porque la vida es de ganar, de ganarle tiempos al miedo, y de seguir adelante, cuanto más sanos y buenos, mejor, pero puede pasar. Lo he visto antes. Todos los hemos visto. Hemos visto lo que una muerte querida puede hacer. Lo que un accidente o un encuentro desafortunado con la miseria y la sangre pueden desencadenar. Es nuestra misión, creo, no ceder a los impulsos del dolor e intentar mantenernos en la posición seca de los que miran con esperanza al futuro.

Situaciones complejas, dolorosas, asfixiantes. Esta es, sin duda, el epítome todas estas, la tormenta perfecta, y ya podemos ir viendo lo que sacará de cada uno, para bien o para mal. En la mayor parte de mis conocidos, amigos, compañeros de trabajo y cercanos en general, afortunadamente, veo predominar un sentimiento de unidad y de solidaridad que hacía ya tiempo que no abrazábamos con tanta soltura y desenfado. Satisfechos de hacerlo, sin la vergüenza que nuestra sociedad provoca al que da por mostrarse solícito, colaborador y humano. Hoy, esa es la tendencia, hoy sí que nos atrevemos. Y eso es bueno, buenísimo, algo que sin duda va a dejar huella, y para bien. En otro sector de mis conocidos, sin embargo, incluyendo a los que pululan retornados estos días en redes sociales varias, veo con desesperación, no sin comprenderlo, una tendencia a dejar que los miedos y frustraciones tomen el control, en la consecuencia lógica, que no razonada, de perseguir con rabia la crítica, el cabreo y una postración desmedida a las necesidades de la venganza. Y eso no es bueno. Esto es algo que degrada la necesidad de comunidad actual y va pudriendo el posible valor que siempre sacamos de los momentos más difíciles en nuestras vidas.

Que haya culpables, que los habrá, es una consecuencia de situaciones como la que estamos viviendo; si es que se puede comparar esto con algo que hayamos podido pasar antes. Habrá quien tenga que asumir responsabilidades, y habrá que pedir responsabilidades, las de ahora, y las que vienen de lejos, a todos aquellos implicados, indirectos y oblicuos, rubios y morenas. Después, tendremos todos que hacer repaso, interior y exterior, analizar, saber, discernir e intentar comprender y asumir todo lo que nos ha ocurrido. Después, que habrá un después, estoy seguro, los gobiernos, pequeños y medianos, las instituciones en general, y todos los miembros de esta sociedad global, hasta el más diminuto y lejano, tendremos que evaluar y actuar en consecuencia. Después, que llegará. Pero hasta entonces, hasta ese después liberador, creo que no existe otra actividad posible, otro sentido, que el de remar juntos e intentar capear el temporal de la mejor forma posible, protegiendo a los que más lo necesitan, intentando salvar a todos los que estamos en peligro, de una forma u otra. Todos los que estamos en peligro, que somos todos, por cierto, aunque haya distintos niveles de peligro y peligrosidad.

Mientras tanto, creo que todos esos comisarios políticos que han ido surgiendo desde el inicio de la crisis, algunos ya de oficio, pero otros metidos a ello con el estallido del conflicto intrapandémico, deberían reconsiderar un poco su actitud. Y los hay de todo signo y color, más o menos extremados, aunque siempre extremos, curiosamente. Ma da igual. La historia nos ha enseñado que son los más asustados, los que viven con más miedos, miedos a casi todo, los que acaban por caer en las ideas más extremas. Ya saben aquello de que del miedo al odio y del odio a la violencia hay dos pasos que normalmente ocurren de forma simultánea y sin que nos demos mucha cuenta. Por eso debemos reconocer nuestros miedos en cuanto los vemos venir, porque son muy sibilinos y si no lo hacemos, se nos meten por dentro y lo todo lo degradan.

Por eso, a todos los comisarios políticos, amigos o no, a los que estáis haciendo la guerra para vuestros bandos aprovechando que hay una crisis que nos asusta a todos, a esos que os las dais de ministros de sanidad, epidemiólogos jefe, psicólogos conductistas, psiquiatras, médicos de urgencias, que vivís en la crítica continua de lo que hacen los del bando contrario, como si en realidad existieran esos bandos, mendrugas y tarugos, os pediría por favor que acabarais con vuestra impropia e inoportuna demostración de miedo, arrimarais el hombro, dejarais de buscar la ruina de todos y os centrarais en ayudar a esos que tienen mucho más miedo que vosotros, porque son personas de riesgo, ancianas o enfermas, porque viven con ellas, o porque están partiéndose la madre en primera línea contra el virus, no por un sueldo, sino por hacerlo, porque es lo que tienen que hacer, y no se pueden ni plantear qué es lo que pretenden lograr esas diatribas incendiarias que colgáis desde la comodidad de vuestro salón. Os pediría que tuvierais un poco más de consideración, de sentido de la temporalidad y la historia, de calidad humana y visión de futuro, al menos, y aparcarais vuestra agenda política un tiempo, comisarios y comisarias, en aras de la tranquilidad, la paz y la esperanza de todos los que vivimos a vuestro alrededor.

Ya tendréis tiempo, los coloraos y los azules, los verdes y los amarillos, lo muy negros y los blancos blanquísimos, de gritarle al mundo vuestras ideas, quejas y desesperos, espumarajos al viento, pero aguantad un poquito, pensad en hacer algo constructivo, algo como callarse y guardar respeto a los que mueren y sufren, por ellos o por otros, sin ninguna gana de escuchar lo bien o lo mal que lo han hecho unos políticos u otros.

Aunque vosotros, inundados de miedo y ganas de revancha, os sintáis inflamados con la luz del apostol libertador que pensáis que sois, la gente normal, la mayoría que espera, que aguanta y aguarda, esperamos en silencio a que os calléis, que en mitad de una crisis, los revenidos malsanos son un virus tan malo como el que nos asuela, y este se contagia solo con una mala mirada, y de este no habrá vacuna, porque es tan viejo como la humanidad enfrentada.

Yo, comisarios y comisarias, me da igual la camisa que os pongáis por la mañana, os los pido tan asustado como vosotros, dejad de comportaros como niños en plena rabieta, no seáis el malo de la película, el ecologista de los cazafantasmas, el periodista de Jungla de Cristal, observaos con un poco de perspectiva, de sentido de la historia. Dejad para dentro de unas semanas las oportunidades para el descrédito de vuestros oponentes, que ya las tendréis, muchas jugosas, y uniros a los demás, que aguardamos juntos, de la mano, hombro con hombro, aliento de alientos, esperando, deseando que todo esto pase de la mejor, mas pronta, manera posible para todos. Probad a mirar con algo más de paz, de menos inquina, de esperanza al futuro, un futuro cercano, unas semanas nada más; probad, rojos y azules, exaltados y miedosos, a no odiar tanto por unos días, nos hace falta, nos hace falta a todos. Lo peor que podría pasarnos es que, al final, después, sacáramos algo bueno de todo esto.

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