Las últimas manifestaciones del fin de semana me han generado sentimientos encontrados. Por un lado, una sensación de alivio ante lo que parece, por fin, una movilización contra todo lo inhumano del funcionamiento de este país, por ende, del mundo. Por otro lado, he sentido decepción ante la falta de capacidad de aglutinamiento de este tipo de movimientos y, sobre todo, por lo ingenuo y materialista de sus propuestas. Está claro que queremos una democracia real, una mayor y más tangible participación en ese proceso de decisión, pero no es sólo eso lo que buscamos, lo que debemos buscar, a lo que debemos aspirar. Me parece que las peticiones que hoy están generando tanto ruido en la red, pueden ser la punta, pero no el cuerpo del Iceberg social y humano que debería, debe gestarse. Está bien reclamar más derechos, mayor protección frente a un sistema que no sirve al ser humano, sino que lo explota y se vale de él para continuar con su explotación a través del tiempo, pero no es la raíz, la razón esencial del problema y de todo lo que el hombre, en su interior, está buscando. Si de verdad se quiere provocar un cambio y no otro triste y vacío mayo del 68, debemos actuar en las conciencias de todos los hombres y mujeres del mundo. No es la política lo que debe cambiar, es nuestra visión del mundo, nuestro contacto con los demás, nuestra consideración personal como parte fundamental de una estructura viva, de esa conciencia global que fundamentamos todos los seres vivos y, entre ellos, el hombre.
El hombre ha creado el sistema, creado como un servicio para el hombre, forma parte de él, pero es el sistema el que está, el que debe estar a su servicio, no al revés. El ser humano no debe rendirse a la esclavitud para con un sistema que él ha creado, ese es el más inhumano de los pensamientos, esa es la más perniciosa de las visiones. ¿Qué vamos a conseguir si sólo actuamos sobre pequeños elementos superficiales de una estructura corrupta? Nada, ligeros cambios, arreglos (o no) temporales que se diluirán poco a poco en la marcha general de esta superestructura, como las ondas que provoca una piedra lanzada contra la corriente de un torrente en su descenso. Debemos pararnos a pensar, salir de nuestro agujero social y económico, para intentar contemplar la visión de esta máquina “no humana” en su conjunto. Esa es la imagen que debemos intentar buscar, la del monstruo mecánico que mueve los hilos de todo y de todos, un monstruo tan grande, que es casi imperceptible, muy difícil de abarcar incluso con la razón, por eso hay que salir, saltar de los conocimientos no aprendidos, sino impuestos, de las visiones extrañas, nunca propias, y empezar a considerarse a uno mismo, a cada uno de nosotros, como dueños y controladores del sistema global. Por qué es lo que somos.
¿Hay que pedir mayor transparencia política? Sí, por qué no, es un deseo agradable, deseado por la mayoría, pero no es un elemento estructural del motor del cambio; podemos reclamar esa transparencia, pero en absoluto será parte de la solución a todo lo que en realidad estamos buscando, tan desesperadamente. ¿Queremos un cambio en la política? Ataquemos a la política en sí misma, provoquemos un cambio de sistema, pidamos un cambio en el sistema. Un cambio que no tiene que ser radical, ni violento, jamás a través de la fuerza – los cambios a través de la fuerza no son nunca verdaderos cambios, porque son imposiciones, nunca suficientemente profundos y jamás perdurarán en el tiempo – , pero un cambio al que hay que aspirar, sin respiro, sin pausa y sabiendo, que cualquier cambio esencial, tomará su tiempo, pero siempre llegará, siempre acabará llegando si los provocadores de ese cambio, no lo olvidan, no descansan. Y esos somos nosotros, los auténticos provocadores, los que estamos ya de hecho infiltrados en las entrañas del sistema, puesto que somos parte de él, y podemos dar forma a la nueva imagen que queremos que nuestro mundo tenga. Un mundo del hombre para el hombre, del sistema para el hombre. No hay un sistema político o económico o social que defina esta concepción del cambio, ni debería haberla, puesto que lo que debemos hacer es crear algo nuevo, nada de lo inventado nos vale, todo está contaminado por la visión inhumana del hombre, queremos que lo humano se imponga frente a lo materialista, frente a lo económico, frente a lo social y a lo político. Si no aceptamos que nuestro cambio, el cambio de nuestro tiempo, el que deberá venir, es un cambio fundamental que debe gestarse en cada uno de nosotros, antes que en ningún otro sitio, no conseguiremos nunca nada.
No luches por un sistema mejor, lucha por otro sistema, por otra concepción del mundo, y empieza tú por cambiarla. No esperes a que nadie te dé esa visión, nadie más que tú puede crear una visión mejor, ayúdate de lo que leas, escuches o veas, pero hazlo antes tuyo, no aceptes nada de charlatanes vacíos, ni siquiera de los sabios de tu tiempo, tómalo todo y digiérelo, convierte en ti sólo lo que haga crecer tu visión de un forma personal e independiente. Pero que esa independencia tenga siempre presente tu participación de una conciencia global de miles de millones de seres de vivos y de miles de millones de seres humanos. Provoca el cambio en ti mismo, como principio del cambio en todo lo demás. No busques un trabajo mejor, busca una vida mejor, pero no la busques sólo para ti, búscala para todos, porque sólo entonces la buscarás también para ti. Claro que es utopía, porque de utopías viven los ideales y de ideales se componen los verdaderos cambios en este mundo. Nunca alcanzarás la utopía, pero al tender a ella, sólo al tender a ella, puede que te acerques a esa utopía y será entonces, cuándo hayas conseguido ese acercamiento, que habrás conseguido mover el mundo, moverlo de verdad.
¿Hablas de unos medios de comunicación mejores? Hablas de ello sin pensarlo. EL hombre es imperfecto por naturaleza, sus errores, sus fallos, sus dudas, se transmiten en todo lo que hace, en absolutamente todo lo qué hace, porque entonces intentar cambiar lo qué el hombre hace. No sería más lógico intentar cambiar al hombre, al qué hace esos medios, al que los maneja y decide, para minimizar el impacto de sus imperfecciones humanas… Pero cómo intervenimos en el hombre, cómo en el creador de la información y los recursos, pues interviniendo en él, desde ti. Cambiando tu forma de ver el mundo, de aceptar el mundo, eres tú quién decide sobre todas las cosas en el mundo, tú como parte del todo, acompañado del todo de millones de humanos del planeta, lo único es, que aún no te has dado cuenta de ello. Primero debes darte cuenta, luego convencerte. No critiques el medio, no intentes cambiarlo, actúa sobre él, deja de verlo, de leerlo, de oírlo y demuestra que no lo haces, comunícate y enorgullécete de tu diferencia informativa. De nuevo, cambia tú mismo, sin miedo y sin ocultarte, evita el miedo, su miedo, y olvida que nada puedes cambiar, sino todo. Decide sobre ti, toma esa decisión personal e independiente, descubrirás que no estarás nunca solo, al contrario, tu cambio, podrá provocar nuevos cambios y al final, ese cambio, se transmitirá, de forma radical, a todo lo que te rodea. La vida, tu vida, no es lo que te dan, es lo que tú escoges, cómo tú la ves y sobre todo, por encima de todo, como tú la vives. Vívela de la forma en qué tú decidas vivirla, pero teniendo claro siempre que no estás sólo, que tu vives tu vida, pero jamás, aunque tu quisieras, por más que lo intentarás, podrás vivirla solo. Eres y forma parte del todo, ese todo te condiciona tanto, como tú lo condicionas a él; librarte de su influencia, es, física y mentalmente imposible, y viceversa.
Quieres un cambio y te manifiestas, pero no tienes claro el cambio que quieres, estás confuso, vives confuso. Tu cambio no es el correcto, no es el profundo, lo demuestras al gritar, porque con esos gritos intentas acallar tu propia confusión interior. Tu cambio no engloba a todos, porque no es un cambio en sí mismo, es una piedra en el río y no todos podemos tirar la misma piedra, no todos quieren tirar la misma piedra, y aunque todos tiráramos piedras parecidas, el cauce del río no llegaría a alterarse, o si se alterará, sería pasajero, volvería a su lugar con el paso del tiempo. ¿Por qué no te preguntas la razón de que no se incluyan todos en tu cambio? Pretendes incluirlos, es muy loable, pero la verdad es que no es lo que quieres, sólo incluyes a quién busca la misma piedra que tú, o a ese alguien que quiere tirar su propia piedra y le viene bien la tuya; dos harán más ruido, generarán más ondas. Pero la realidad de todo esto es que no llevará a ningún sitio, quizá levantes el agua, la remuevas durante un tiempo, pero ¿y después?, una vez que algunas de tus superficiales reclamaciones haya sido satisfechas, ¿seguirás adelante? No, te detendrás ahí, te sentirás a gusto y cuando el ardor de la juventud y la necesidad se pasen, volverás a acomodarte en el sistema, un sistema que tu creerás cambiado, pero que como pasó en el pasado con otros movimientos de superficie, seguirá siendo esencialmente él mismo; tu parte de él, pero él no parte de ti. Por eso tienen sentido las utopías, porque nunca se alcanzan, porque dan para seguir luchando por décadas, por eones de tiempo; tu necesidad de cambio no se apagará, quizá sí tu juventud, pero no el objetivo de tu búsqueda. Y al final, cuándo creas que has fracasado, cuándo sigas viendo la utopía lejana, podrás volver la vista atrás y ver el cauce de los ríos cambiando por completo, fluyendo en nuevos lechos hacia su nueva desembocadura en se mar que será tu utopía, que será la utopía de muchos que querían lo mismo que tú, que quieren lo mismo que tú y que seguirán queriendo lo mismo que tú.
Te das cuenta ahora de qué el cambio no debe ser mensual, ni siquiera anual, debe ser continuo, constante; no debe ser provocado por unas elecciones, ni siquiera por una crisis. Hay que apuntar a lo más alto, siempre, si el objetivo es fácil de alcanzar, fácil terminarán tu lucha y tu visión. Y este sistema no necesita parches, no necesita un arreglo, el problema es que nunca hemos tenido un sistema de verdad, justo, real, humano, un sistema de todos, no para todos – el para todos es muy peligroso, debemos, nos merecemos, un sistema de todos, si acaso luego para todos, pero primero de todos-. Hay que crear algo nuevo, no tomar viejas ideas humanas, pasadas y denostadas, hay que volar, elevarse por encima del pasado, para entre todos, buscar la verdadera humanidad. Una humanidad que no será más que el trato humano de cada hombre, la consideración del hombre como animal humano, parte de la tierra, no dueño de ella, influencia del resto de los seres vivos y de sus congéneres humanos, pero nunca su amo y señor. Vuelvo a repetir, un sistema del hombre, creado por el hombre y por tanto, controlado por el hombre. El sistema al servicio del hombre.
FÁBULA POPULAR SOBRE LOS ORÍGENES Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA
Me gustaría acabar esta pequeña digresión, que pretende ser el principio de muchas, con una fábula moderna que puede ayudarnos a ilustrar este último concepto de cómo un sistema creado por el hombre, ha acabado dominando al hombre.
Tomamos la idea de las películas de Terminator, donde, en su hipotético futuro dominado por las máquinas, estas, personificadas en Skynet, el malvado súper ordenado dotado de inteligencia artificial, han tomado el control, sometiendo al hombre, llevándolo casi hasta su extinción. Convirtamos a Skynet en el sistema que domina ahora al hombre en casi cualquier rincón del mundo, en ese sistema que se ha disfrazado con incontables formas y nombres a lo largo de la historia, pero qué es, indefectiblemente, el mismo inicuo sistema. Skynet es un ordenador, primero, ideado, creado por el hombre. Segundo, no sólo el hombre crea su estructura básica, sino que, posteriormente, le dota de conciencia e inteligencia propias. Tercero, habiéndole dotado de mecanismos de funcionamiento autónomo, acaba por otorgarle el control, considerando que el criterio de su autoregulación y “pensamiento propio”, más eficaz que el humano. Cuarto, Skynet comienza tomando el control de las infraestructuras humanas y acaba sometiendo al hombre, ni siquiera sus creadores o grandes expertos en ella pueden controlarla o pararla.
Está claro que no pretendemos decir que ningún sistema tenga inteligencia propia, pero la analogía es válida si consideramos que los sistemas económicos son elementos ideados y creado por el hombre, a los que con el tiempo, se ha otorgado autonomía en el control de sus mecanismo y funciones, y a los que ni siquiera sus creadores o expertos “programadores”, han conseguido llegar a dominar con eficacia. Qué nos queda después de todo, una especie de súper ordenador económico, que funciona casi con total autonomía, dictando los modelos de comportamiento y actuación de todos los demás sistemas, económicos, sociales y políticos, supeditados a él. Un súper ordenador, de hecho incontrolado y, lo que se convierte en la raíz de todo el problema, completamente inhumano.