Todos cansados de las fake news y en cuanto alguien intenta luchar contra ellas, corriendo como monos a refugiarse con los rusos. Telegram es Rusa, sí, y Putin te espía. Pero da igual, no pasa nada, que no cunda el pánico, Obama también lo hacía. Y Bush antes que él. Y los chinos también, que son malísimos. Y no digamos Trump, que se lee tus emails para desayunar. Yo creo que hasta el Papa se descojona leyendo nuestros whatsapps, no te digo más.
Hay que ser cenutrios, o estar mal informados, no te me soliviantes que bastante has tenido ya, para creerse el bulo del Whatsapp. Que no voy a defender ni a un gobierno ni a otro, no soy tan ingenuo, ni me los creo, ni les soporto, ni a ellos ni a los otros. Pero creerse algo tan peregrino como que Zuckerberg y sus adláteres estén preocupados por las noticias que salen o dejan de salir en España, o por su color… ¡Y dos huevos duros! Mucho le importa a nuestro amigo robot y espía de Harvard lo que le ocurra a un país de segunda —de segunda para él, que te veo venir— como el nuestro. Al monótono sintético que gobierna la todopoderosísima empresa se la suda lo que haga o deje de hacer nuestro insignificante gobierno, sean los incompetentes de ahora, los vagos de antes o los inútiles por venir.
En el caso, no tan disparatado, de que al sibilino androide redsocialista se le viniera en gana influir en cualquier país del mundo, tengamos siempre presente que lo haría de una forma tan sutil que no se daría cuenta ni el del gorrito de Telefónica. Es más, lo más posible es que lleve haciéndolo desde hace años, y nosotros aquí, creyéndonos que hay una empresa que filtra noticias, así, a mano, poniendo etiquetas, revisando meme a meme, viéndose video por video, diciendo a dedo: esto sí, esto no, esto sí, esto no. ¡Ni el tío que trabajaba dentro de la máquina de correos en MIB 2 (peliculón), oiga!
Si de verdad un día quisiera hacer algo de bien en el mundo, podría empezar por no robarnos los datos que nos roba, sin darnos ni un céntimo a cambio. Datos que le entregamos, yo el primero —prueba de ello es este escrito—, felices como lombrices, «juntos de la mano, hacia la extinción».
No. Te lo digo yo que trabajo en esto, o casi, Whatsapp no trabaja para el gobierno. Whatsapp tampoco está censurando contenidos, más que una pequeñísima parte de la barahúnda en la que buceas cada día (y lo está haciendo en casi todo el mundo, no solo en tu pueblo), y todo de cara a la galería, además, porque bastante tiene ya minada la reputación, como para salir de esta crisis como la gran culpable. Al menos, así, podrá decir después que ellos hicieron algo, que tan malos no son. Y no, por supuesto que no eres el más listo o la más lista descargándote Telegram de repente. Bueno, o sí, porque funciona bastante mejor y su versión de escritorio mola mucho más, y la puedes tener en tantos dispositivos como quieras; y para trabajar también va bastante bien, prueba y me cuentas. Lo de que la privacidad sea mejor, de eso ya no estoy tan seguro, por mucho que sean rusos buenos perseguidos por Vladimir «Rambo» Putin, uno no puede fiarse de nadie en este mundo, sobre todo cuando los petabytes de metadatos circulan a chorro por canales y alcantarillas de encriptado dudoso.
Pero sigo insistiendo en lo que decía al principio, para un día que alguien intenta hacer algo, un mínimo, contra tanto bulo —no tengo datos, pero estoy seguro que circulan hoy más bulos entre usuarios que noticias reales—, y la mejor respuesta que tenemos es creer que han sido los otros, los malos, los que no son como nosotros, y huimos como putas a una red que ni conocemos, ni entendemos, ni sabemos de dónde viene, la opción perfecta frente a las jaurías dataístas. Es el hoy el paraíso de las tecnológicas, usuarios asustados, locos por ceder los datos con tal de estar seguros de que solo verán lo que ellos quieren ver. ¡Protéjame de mis miedos! Mis miedos por bandera. Y venga distopías orwellianas. Y venga apocalipsis informacional. Y Venga Monjas (cfr: Youtube).
Más preocuparte de las informaciones, fotos y videos que cuelgas en redes, empezando por las de tus hijos y tus hijas (menuda vida les espera, dataízados desde la infancia, @soyunamamamolona), y menos ver y escuchar a Iker Jiménez, creernos todas las chorradas que sustentan nuestro histerismo y refugiar nuestros miedos en la primera teoría conspiranoica que nos viene bien, porque encaja, porque sí, porque ya lo decía yo, porque son más malos que la quina y esto ya parece el 36, te lo digo yo, porque se veía venir, porque un amigo que conoce a otro que trabaja en me lo había dicho y demás ranciofacts varios y diversos.
La vida, que hoy es así, un continuo discurrir entre miedos infundados e irresueltos, rabias distraídas por informaciones incompletas y un montón de falsas emociones que nos empeñamos en compartir y comentar. Bienvenidos al mundo del mañana.