Oh, tú, Omeprazol, divina
droga que alargas mis noches,
que mis resacas alivias,
disipas todo reproche,
seas de veinte o cuarenta,
tengas el nombre que tengas,
mientras se cumplan tus seis,
sagradas, últimas letras,
sabré que todo irá bien;
¡viviremos sin recelo!
¡Beberemos hasta el alba
y dormiremos sin miedo!
Oh, tú, Omeprazol, protónico
alivio de mis peores
efusiones y reflujos,
potencia de mis pasiones,
qué haríamos sin ti, santo
remedio de lo infernal,
¿esclavos de la dispepsia,
de su quemazón brutal?
Retirados al silencio
de los espasmos medidos,
de la salud impostada,
en el tedio sometidos.
¿Qué haríamos sin ti, brava
defensa de los que viven,
sin tus poderes calmantes,
sin que tus letras nos mimen?
Ah, Omeprazol, salvador
de los excesivos de hiato
a ti suspiramos, faltos,
nosotros, pobres de esófago.
A ti te cantamos, bueno,
milagro en la medicina,
para que sigas salvando
nuestras noches, nuestros días.
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