Al leer el otro día un artículo sobre la participación de Omar Montes, el farandulero, exboxeador, metido a artista de trap y reguetón, en ese programa de televisión que prefiero no mentar —no vaya a ser que se me apareciera su presentador desnudo, cubierto de miel y cuchillo en mano, dispuesto a comerse mi corazón; estoy convencido de que es esta y no otra la fuente de su juventud televisiva—, me vino inmediatamente a la cabeza una palabra: bárbaro.…